Llorar como cuando eras niña también es un acto político


Imagino que me encuentro con una niña perdida que debo cuidar, esa niña soy yo. Debo explicarle el mundo desde el comienzo, enseñarla a anudar sus zapatos, platicarle del dolor, explicarle que el desamor se siente como un pellizco pero dentro de ti, enseñarle a deletrear la palabra violencia y a inventar muchas formas posibles de decir no, mostrarle cómo correr y reír cuando llueve.
Estoy olvidando cosas muy pequeñas, me siento perdida en lugares muy pequeños, yo misma poco a poco me siento pequeñita, soy a veces una hormiga, un botón, un huequito en la pared.
Hay una niña que quiero conocer y cuidar, esa niña soy yo, quiero viajar en el tiempo y abrazarla, protegerla, sentarme a comer con ella. Pienso en lo bello que sería sentarme frente a mi yo de 9 años y pedirle un consejo para sobrellevar el mundo, lo bello que sería darle la esperanza de un futuro muy diferente a lo que vive, pienso también en cuánto me duele imaginar que la única forma de proteger a esa niña sea inventar una máquina del tiempo.
Debí estudiar física o química o lo que sea que me permita hacer esa máquina del tiempo para regresar y abrazarme. (¿Qué se estudia para hacer una máquina del tiempo?)
Hay una niña llorando frente a mi, esa niña quizá sea yo o mi abuela o mi madre o la vecina de enfrente, una niña con un llanto inagotable, llanto quedito, llanto a escondidas.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Lista de deseos

Prender las luces

Quiero escribir un manifiesto colectivo sobre la desobediencia