Joyería (9 de Mayo 2019)




 Trabajo medio tiempo o fines de semana, entre oro puro de 14 kilates y mis dudas sobre el futuro.
A veces me entra un desconsuelo de vernos a todas detrás del mostrador, entregando un anillo de compromiso cuando ya no creemos en el amor, pesando medallitas de todos los santos, santos millonarios, santos de más de dos quincenas, nos veo un poco tristes, pensativas, como que con la mirada una le dice a la otra: Un día no seré una empleada, tendré mi propia tienda, mi propia empleada cansada, caminaré por estos pasillos y los rechazaré a todos, compraré la pieza más cara y simularé que no me duele pagarla, porque para ese entonces para mí será natural comprar joyas como comprar azúcar o papel de baño, dentro de un tiempo yo voy a ser esta clienta de gustos refinados, voy a ser una mina de oro, de diamantes, voy a ser la plata que sostenga la economía de un país. 

Pero solo nos miramos y suspiramos, nos sonreímos entre venta y venta hasta que llega un cliente nuevo, y sin decirlo cuidamos a la otra mientras vende, como un pacto medio invisible, nos escuchamos, las tácticas, las risas, el regateo, en ese momento somos expertas, investigadoras e historiadoras de dijes y cadenas, lo sabemos todo, podría pensarse que nosotras inventamos todos los metales preciosos, desde el oro hasta el hierro que sostiene los colchones en donde caeremos al terminar el día. 

A veces los clientes actúan que son expertos y nosotras actuamos a serlo aún más, y cada local se convierte en un set con personajes con los que Cuarón ganaría un oscar, a mitad de la función quisiera soltar el libreto, declarar la venta fallida y decir que si, que no sé nada de joyas, que soy poeta y que en lugar de cadenas deberían comprar un texto mío sobre el día que vi un eclipse, pero mis comisiones no vienen de mis palabras vienen del .5% de una pieza que quizá sea un regalo o una disculpa, quizá con el tiempo termine arrumbada en su alhajero y yo arrumbada en otro local de productos varios.

-Eres buena vendedora- Sonrío, con orgullo, imaginando a mis compañeras aplaudir con cada venta concretada. Y es que lo soy, lo somos, somos vendedoras y poetas y maestras y estudiantes y madres y soñadoras. Y de nuevo nos miramos, cómplices, convenciéndonos de que somos las mejores vendedoras de este y otros mundos.

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